jueves, 19 de febrero de 2009

No todo se puede enseñar

Por Shodai J. A. Overton-Guerra

Una de las alegorías más respetadas y veneradas tanto por parte de las tradiciones budistas como por las artes marciales orientales es la historia del primer patriarca del Zen, Bodhidharma, conocido también como Da Mo, y de su alumno Shen Guang, conocido como Huike. Según la leyenda, Da Mo pasó nueve años meditando en una cueva a los pies de una montaña cerca del legendario templo de Shaolin. Durante todo ese tiempo el leal y dedicado Huike perseveró a la entrada de misma cueva vigilando y protegiendo al maestro.

Periódicamente, y con tremendo respeto, Huike le pedía a Da Mo que le aceptara como alumno, pero el maestro, concentrado en su meditación, nunca le respondía. Pasaron así nueve años, Da Mo meditando en su cueva, y Huike guardándole y periódicamente pidiendo que le enseñara. Al final de nueve años los monjes del templo de Shaolin decidieron que deberían hacer algo por Da Mo, y le prepararon una habitación especial en el templo. Da Mo, sin decir palabra alguna, se trasladó a su nuevo aposento e inmediatamente se puso a meditar; Huike por su parte continuó fielmente haciendo vigilando y protegiendo al maestro, ahora a la entrada de su nuevo aposento. Así pasaron otros cuatro años, Da Mo meditando, Huike vigilando y periódicamente pidiendo enseñanza y Da Mo sin responderle.

Era el invierno del cuatro año y a estas alturas Huike había seguido a Da Mo durante trece años buscando sus enseñanzas, pero sin recibir ni respuesta a sus peticiones. Un buen día Huike, frío, y cansado de esperar y de no recibir respuesta, arrojó una bola de nieve y hielo hacia la habitación del maestro. La bola se estrelló dentro de la habitación y el ruido sobresaltó a Da Mo de su meditación; así fue que por fin tomó cuenta de la presencia de Huike. Aprovechando la situación e impulsado por una gran frustración, Huike le exigió que le dijera cuando iba a aceptarle como alumno; Da Mo le respondió: “Cuando la nieve caiga roja del cielo.”

Al oír esto, algo se movió muy adentro de Huike y desenfundando la espada que llevaba en la cintura se amputó el brazo izquierdo y lo comenzó a girar por encima de la cabeza. La sangre del brazo se congeló con el frío del aire y las gotas heladas cayeron como nieve roja. La constancia, perseverancia, respeto y sacrificio de Huike dieron su fruto: viendo esto Da Mo no solamente concordó enseñar a Huike, sino que eventualmente éste se convertiría en su sucesor – el segundo patriarca del Zen. En honor al ejemplo de Huike sectas budistas saludan con una sola mano.

La alegoría ofrece grandes moralejas para el estudiante de artes marciales y para el aprendiz de MAMBA-RYU en particular. Mientras que nadie considera deseable que “la nieve caiga roja del cielo,” sí se busca una clara indicación de que el estudiante valore las enseñanzas y esté comprometido al sacrificio personal necesario para efectuar el cambio de identidad que refleje la aceptación profunda – y no la conveniencia superficial – de las mismas. No nos interesan ni los ‘turistas,’ ni aquellos que se deludan en pensar que ese cambio de identidad que exige nuestro programa puede llegar sin costo a sus estilos de vida, horarios, prioridades, perspectivas, etc. Tampoco nos interesan aquellos que se creen capaces, en su gran y profunda ‘sabiduría’ (léase ‘soberbia’), de seleccionar por conveniencia y cuenta propia cuales son los pasos a seguir en el camino de su autorrealización – de ser así ya serían maestros-fundadores y no meros aprendices.

Todo programa serio artes marciales, es decir, que no sea un sainete comercial, tiene un proceso riguroso de selección de sus miembros. Los monjes Shaolin hacían esperar a los niños aspirantes fuera del templo durante días y días, bajo la lluvia, el calor, el frío, pasando hambre y sed, y sufriendo a diario los gritos de repudio de los monjes que acudían a la ventana del portal del tempo: “¡Váyanse!” Día tras día los monjes tomaban cuenta de las actitudes de los aspirantes. Por fin un día las puertas del templo se abrían y los más perseverantes eran seleccionados – los demás, los que rehusaron del sacrificio de la espera y buscaron sombra bajo el sol, cobijo bajo la lluvia, comida cuando hambrientos, etc., eran rechazados para siempre. Una vez dentro, los aspirantes seguían siendo probados. El mensaje, tan válido para los monjes de ahora como para los Mamba de hoy y del futuro, es que “aunque no todo se puede enseñar, no por eso hay que dejar de exigir.”

Les saluda desde el escritorio del fundador,

Shodai Overton-Guerra

Del Escritorio del Fundador: “¿Dónde está el enemigo?”

Por Shodai J. A. Overton-Guerra

Considero que las enseñanzas de las últimas clases han sido clave para el progreso del grupo de Black Mamba/Mente del Guerrero Iluminado en la dimensión de la Estrategia Existencial, es decir, del Tao de MAMBA. La clase de Kai Zen (integrada al programa de Black Mamba) del viernes, día 12 de septiembre (2008) tuvo una dinámica muy particular; ocasionó (por lo menos eso espero) una profunda introspección a raíz de una pregunta que presenté a los alumnos presentes durante sus ‘interpretaciones’ muy particulares (y peculiares) de un ejercicio de Kai Zen. La pregunta propuesta era: “¿dónde está el enemigo?”

“¿Dónde está el enemigo?” es un tópico muy importante no solamente en la práctica específica de las artes marciales (en nuestro caso de Black Mamba, de Kai jutsu, y de Kai Zen), sino para toda actividad que desempeña alguien que presume aspirar a la identidad de guerrero iluminado. La pregunta refleja un cuestionamiento esencial en cuanto a la seriedad, la atención, y la dedicación con la cual emprendemos cualquier tipo de diligencia.

Si queremos estar presentes y no de paso en nuestras vidas, necesitamos una actitud frente al presente que nos fuerce a enfocar nuestra atención. “¿Dónde está el enemigo?” es uno de los interrogantes que nos sirve para lograr ese propósito a todo momento; pero para llegar a apreciar las múltiples facetas de esa pregunta y la gran aplicabilidad de las respuestas hay que sumirse un poco en la filosofía psicológica-marcial de MAMBA-Ryu:

Por ejemplo, “¿dónde está el enemigo?” nos recuerda que nuestras prácticas consisten en entrenamientos MARCIALES, o sea, de guerra, y que la guerra implica, por necesidad, uno o varios enemigos cuya intención es inequívocamente dañina sino mortal, y aún vil y nefaria. Sin tener presente este cuestionamiento, es decir sin prestar conciencia a la esencia marcial de las maniobras, la meditación dinámica y estratégica (MAMBA mindfulness) que supone un ejercicio marcial arriesga en convertirse en una mera mímica (a menudo desacertada) de los movimientos del maestro. Sin el cuestionamiento primordial de “¿dónde está el enemigo?,” las artes marciales se convierten en meros deportes (como ha sucedido con el judo, el taekwondo, el karate, el jujitsu brasileño, etc.) indistinguibles en su esencia del boxeo, del kickboxing, o de la lucha libre olímpica, y amenazan en degenerarse aun más en clases de zumba – pero sin la gracia ni el ritmo. Nota al lector: Un entrenamiento marcial es un adiestramiento completo: físico y mental y por lo tanto (espíritu = mente y cuerpo en acción) espiritual.

“¿Dónde está el enemigo?” nos recuerda que tenemos que ser intransigentes y apasionados a la hora de aplicar ese nivel de intensidad, seriedad, y formalidad a cada paso de nuestro camino o caeremos victimas del auto-engaño, de la ilusión, del ego, y volveremos a la oscuridad y al fango mental/espiritual del cual estábamos precisamente tratando de emerger.

“¿Dónde está el enemigo?” es una pregunta que requiere para su respuesta introspección y sinceridad – de hecho Honor, Fuerza, e Integridad (lema de los Junior Mambas) – ya que la auténtica y verdadera respuesta es: ‘en uno mismo.’ La gran revelación de esta realidad, es decir, que el oponente más imponente y ubicuo con el que uno se enfrenta es uno mismo fue auténticamente uno de los pasos principales en la fusión entre el camino del guerrero (derrota y superación de enemigos y de obstáculos externos) y el camino espiritual (superación de obstáculos internos en búsqueda de una tranquilidad mental, emocional, espiritual ante cualquier circunstancia, incluso la muerte).

Los guerreros del extremo oriente descubrieron que los primordiales impedimentos para lograr su efectividad exterior se hallaban interiormente; ejemplos: la ira, el miedo, (y su derivada) la ansiedad, etc. Pero descubrieron algo más profundo aún, y esto fue como resultado directo de la aportación de las enseñanzas del budismo (‘anatman’ o “no yo”), del taoísmo (yo = tao), del Zen (“¿cómo era tu cara antes de nacer tus abuelos?”), y del confucionismo (yo = “yo social”), contribuciones con profundas implicaciones psicológicas, filosóficas, espirituales y sociales que hemos estudiado en La Mente del Guerrero Iluminado. Lo que generación tras generación de estos guerreros descubrieron, y no por aprendizaje teórico sino por aplicación empírica, era que la pregunta “¿dónde está el enemigo?” es colindante con la pregunta “¿y quién es el enemigo?” y la respuesta ‘iluminada’ a esa pregunta es, sin sorpresa alguna: “lo he visto, y soy ‘yo.’”

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